Un
gran fraude científico en el mundo de la epidemiología y las vacunas, fue el
ocurrido con el polémico estudio que vinculaba la vacuna triple vírica con el
autismo, cuyo responsable y autor principal fue Andrew Wakefield.
Aquella
investigación, publicada en febrero de 1998 en la revista The Lancet y
posteriormente retirada tras descubrirse el fraude, relacionaba dicha vacuna
-que se usa contra las paperas, el sarampión y la rubeola- con el desarrollo de
esta enfermedad en 12 casos. Ahora, se acaban de poner de manifiesto los intereses económicos concretos que
tenían los investigadores.
Cuando
se descubrió que los datos publicados eran falsos, su principal autor, el
doctor Andrew Wakefield, perdió la licencia para ejercer en el Reino Unido,
pero él aún mantuvo, y creo que mantiene actualmente, que su estudio era
válido, y algunos padres de pacientes de autismo todavía le apoyan.
Sin
embargo, British Medical Journal (BMJ) insiste en que se trató de un fraude
deliberado en el que se engañó a los padres, se hicieron pruebas inconvenientes
a los niños, se fabricaron resultados y se ocultaron deliberadamente intereses
económicos, según el pormenorizado relato que hace en esta publicación el
periodista Brian Deer.
Pero,
además, la revista sostiene que tras estas malas prácticas se escondía una
trama destinada a hacer dinero, la cual arrancaba de un claro conflicto de intereses que Wakefield no declaró en su momento:
había sido contratado -y pagado- por Richard Barr, un abogado que reclutaba a
padres de niños autistas para demandar a los fabricantes de la vacuna. El
investigador recibía 180 euros a la hora, gastos aparte, por sus servicios de
asesoría científica al abogado.
Además,
se barajó la idea de montar una empresa para explotar los supuestos resultados
de la investigación, con previsiones de ganancias millonarias. En concreto, se
llegaron a estimar retribuciones por un valor superior a los 33 millones de euros al año por un kit
de diagnóstico que se quiso comercializar.
En
un documento privado al que ha tenido acceso el mencionado periodista, se
exponía la necesidad de recabar más de 590 millones de euros de inversores para
poner en marcha el negocio. Pero no sólo se trataba de ganar dinero, sino
también fama. De hecho, un ex colega del investigador ha declarado que oía
hablar a Wakefield y su equipo de "ganar el Nobel" con este estudio.
Varios
fueron los medios que recogieron esta noticia, ya que tuvo un gran impacto
mediático.
Simplemente: increible!
ResponderEliminarY por filosofar un poco: ¿en qué mundo vivimos en que para mucha gente es más importante el dinero y la fama que hacer bien su trabajo? ¿y las consecuencias negativas de sus mentiras? ¿el daño que hace a la sociedad?
Yo personalmente, creo que a ese "tipo" de personas...lo que menos le importa es la repercusión que pueda tener en la población, y me parece muy poco ético cuando hablamos de salud...pero como suelen decir..."tiene que haber de todo en este mundo", aunque sea totalmente injusto!!
ResponderEliminarNo conocía este caso, pero me deja alucinando. Querer dar mala prensa y atacar a una vacuna ya es algo deleznable, pero encima contra una vacuna como la triple vírica, que protege contra enfermedades como el sarampión...
ResponderEliminarObviamente, las vacunas tienen sus efectos secundarios, y ya se han hecho los ensayos clínicos pertinentes, por eso me gusta desconfiar de aquellas personas que se dedican al acoso y derribo indiscriminado contra las vacunas, olvidando los efectos positivos que tienen.
A mi también me parece increíble que haya gente dispuesta a mentir en algo tan importante como son las vacunas, las cuales salvan muchas vidas y complicaciones secundarias a las enfermedades que previenen. Y más aún que lo hagan por dinero. Es una falta total de ética y ganas de hacer daño.
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